El Minué se representa desde 1945. BAJADA DE LA VIRGEN DE LAS NIEVES
La capital palmera se ha transformado este martes en un escenario cortesano para acoger una nueva edición del Festival del Siglo XVIII, conocido popularmente como el Minué, una escenificación única en Canarias que forma parte del protocolo de recibimiento de la Virgen de Las Nieves.
Inspirado en la elegancia palatina de Versalles, el Minué ha desplegado esta noche su habitual coreografía de precisión, música en directo por la Orquesta Sinfónica de La Palma y los coros formados para la Bajada, y vestuario de época. Cuarenta y ocho jóvenes fueron los bailarines protagonistas de esta edición, que se celebró en el Recinto Central de las Fiestas Lustrales engalanado para la ocasión en Santa Cruz de La Palma, ante un público emocionado.
Las 24 parejas, seleccionadas tras un proceso formativo y de audición, se han preparado durante meses para ejecutar con precisión los pasos de una danza que exige elegancia, sincronía y dominio escénico.
La jornada comenzó con el pregón tradicional, en el que un emisario vestido como un cortesano del siglo XVIII recorrió las calles de la ciudad leyendo el bando de convocatoria al baile. El anuncio a viva voz, solemne y ceremonioso, fue el recordatorio del retorno tras diez años de un rito que hunde sus raíces en la década de 1940, cuando el compositor palmero Luis Cobiella Cuevas creó, por encargo, el primer Minué para la Bajada de 1945.
Aquella primera versión, titulada «Minué, romanza y coro», supuso el punto de partida de una tradición que, 80 años después, sigue viva gracias al esfuerzo de generaciones de bailarines, músicos y costureros.
Con el tiempo, el espectáculo adoptó el nombre de Festival del Siglo XVIII, manteniendo el espíritu de homenaje a los fastos cortesanos y adaptando su música a orquestaciones más amplias y exigentes.
Junto al baile, la música ha vuelto a desempeñar un papel central. Como es habitual en este y otros números de la Bajada de La Virgen palmera, las voces corales y los bailarines han sido personas voluntarias que han dedicado meses de ensayos para asegurar una puesta en escena impecable.
El Minué, con sus pelucas empolvadas, trajes con miriñaque y cadencias de otra época, ha reafirmado la condición de la Bajada de la Virgen de Las Nieves como una fiesta total: religiosa y civil, popular y culta, íntima y colectiva.
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