Idaira no es una poeta cualquiera

Idaira no es una poeta cualquiera

Detalle de la portada del libro Abrir las alas de Idaira Serrano de la Cuesta. EDITORIAL TALÓN DE AQUILES

Este no es un libro de poesía más, no es un libro entre tantos. Abrir las alas de Idaira Serrano de la Cuesta (editorial Talón de Aquiles, 2024) es la retrospectiva de un universo maldito compuesto por un imaginario de insomnios, relojes digitales que marcan las 03:45 horas y una joven muchacha con el corazón perturbado sobre las sábanas rasas, que sigue ahí, con los ojos abiertos, masticando los silencios amargos que solo entiende quien los sufre. Espectadora de una degradación servida en forma de estafa que alguien nombró como amor romántico. Es imposible abstraerse del encanto pop de las canciones de amor que son himnos poéticos atemporales. Es imposible no querer ser amada por esos brazos que hablan y prometen. Abrir las alas es un poemario terrible, duro, un viaje en el tiempo a la primera brutal juventud de cualquier persona que haya sentido el vértigo loco de la enfermedad casi estupefaciente del enamoramiento. Abrir las alas es una manifestación del todo por el todo, porque su autora, Idaira Serrano de la Cuesta, es intensa en el amor y en la literatura. Ella, una noche de octubre en aquel lugar de mi corazón en el que ya había colocado una lápida, profanó mi tumba y puso el cadáver de mi locura amorosa antigua ante mis ojos. Nunca sabré agradecer lo suficiente el poder tremendo de la poesía que nos confronta con nosotros mismos, nuestros sueños, pulsiones, delirios y perturbaciones, y eso lo ha hecho de forma magistral, auténtica y valiente Idaira Serrano.

Nacida en Tenerife y residente en La Palma durante unos años, hija de la playa y del mar de la Punta del Hidalgo, esta joven filóloga es la autora de un ejercicio crudo de anatomía del desamor, que me llevó una tarde de octubre de 2025 a sentirme a mí mismo como un loco del amor atrapado, porque el amor es también el producto romantizado que consumimos como el alimento adictivo que cubre desesperadamente nuestro vacío, o todo lo contrario. Mucho se ha escrito sobre el amor, pero conectar con el sufrimiento que a veces este genera no es tarea fácil sin caer en la trampa de las ideas trilladas y los lugares demasiado comunes.

Me dirijo a ti en primera persona, Idaira: tu poemario es un libro doloroso e inquietante. Se pronuncia el desamor, pero no para afirmar que es un solar vacío en el que se acumulan escombros; lo ofreces como un bosque frondoso, pero oscuro y espeso, húmedo, lleno de romanticismo que se torna claustrofóbico y que, a mí, particularmente, me rompe.

He empezado leyéndote en silencio y he continuado haciéndolo en voz alta. Tu poesía es una poesía para leer en voz alta. Escuchar que la leo facilita que me conecte de manera más profunda al mensaje de tus versos. Escucharme a mí mismo a través de ti es un experimento sonoro y sensible. Tu poesía, Idaira, no se parece a nada que haya frecuentado antes. Has hecho que, siendo yo tan diferente a ti, me haya parecido tanto a ti. Es la magia de la transformación porque has facilitado la consecución de un milagro lleno de empatía. El cierre de Abrir las alas es la alegría de la continuidad de la vida, el happy end sin películas cursis del Hollywood americano; es algo mejor, mucho mejor. Es una formidable dosis de conmoción repartida por mis ojos que se humedecieron. Es el triunfo inmenso de una victoria; la del corazón de una mujer sobradamente rescatada, por sí misma amada y valiente y por la que me alegro, porque tu victoria, Idaira, es la libertad y la justicia, la reconstrucción de una persona tras la pesadilla de la violencia.

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