40 años no es nada

40 años no es nada

Estreno el pasado viernes, 12 de enero, del espectáculo de Jordi Savall ‘Un mar de músicas 1492-1880’ en el Teatro Circo de Marte. DGM Digital.

Cuando en enero de 1985 tuvo lugar la primera edición del Festival Internacional de Música de Canarias, yo era apenas una adolescente en el último año de instituto con una voracidad desmesurada por cualquier manifestación artística (teatro, cine, danza, música…)

Un par de años después, en mi habitación de estudiante en La Laguna, una foto de Ivo Pogorelich recortada del periódico amarilleaba fijada en mi tablón con una chincheta. Soñaba con asistir a conciertos que definitivamente no podía permitirme: mi bolsillo me obligaba a elegir entre teatro y música y siempre, siempre, ha sido el teatro el gran vencedor entre mis querencias.

Así que, excepto algún concierto esporádico, no fue hasta regresar a La Palma que comencé a asistir de manera asidua. Los Amigos de la Música hacían de anfitriones en Los Llanos de Aridane a principios de la década de los noventa, y aquellos conciertos en la iglesia eran simplemente espectaculares.

40 ediciones dan para mucho: la reapertura del Teatro Circo de Marte, la posterior sinrazón de impedir durante años los conciertos en la iglesia, las diferentes direcciones del Festival y mis propios cambios personales.

Este viernes disfruté por tercera vez en pocos años de un nuevo «experimento» de Jordi Savall, el gran defensor de nexos y puentes de entendimiento a través de la música.

Un ambicioso proyecto complicado en su concepción y más aún en su materialización: los sonidos de la esclavitud desde el siglo XV hasta finales del siglo XIX.

Dos días de intensos ensayos en el Teatro Circo de Marte, armando un enrevesado puzzle para un estreno absoluto que se ha paseado durante el resto del fin de semana por las islas capitalinas, recordando el papel jugado por Canarias en ese infame tráfico de seres humanos que se extendió a lo largo de cuatrocientos años transformando y fusionando no sólo la música sino el concepto mismo de cualquier manifestación artística.

Y al día siguiente, el Dúo Cassadó (violonchelo y piano), con el bailaor Iván Vargas en la Casa de la Cultura de El Paso, guiándonos por otros senderos, en este caso los trazados por Manuel de Falla y Federico García Lorca en su búsqueda y puesta en valor de la cultura y la música de los pueblos y las etnias a lo largo y ancho de la geografía española, aunque con especial hincapié en el Sur: de nuevo la esclavitud de fondo, ¿o no se nutren las raíces del flamenco de la población subsahariana tan presente en Andalucía, especialmente Sevilla, sobre el siglo XV?

Quedan aún seis conciertos en La Palma: cuatro en el Teatro Circo de Marte, uno en El Paso y un tercero en la iglesia de Nuestra Señora de Los Remedios, recuperada ya su vital importancia como “escenario” de privilegiada acústica en este circuito que cada año esperan miles de espectadores en toda Canarias.

Un Festival cada día más sensibilizado con las islas no capitalinas y con el bolsillo de quienes desean asistir pero no pueden dejarse el sueldo del mes en ello. Esa es también una de las grandes revoluciones dentro de su mutación, liderada, acertadamente desde mi punto de vista, por el palmero Jorge Perdigón, quien añadiendo la sección “En Paralelo”, ha dado protagonismo a nuevas voces atrayendo de paso a un público más diverso.

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