Tuve el privilegio de conocer a una gran persona. Lo hice principalmente, a través de sus Novelas, y recorrí Las Palmas, de la mano de Eladio Monroy. También caminé las veredas de los montes de nuestra Isla de La Palma, de su mano, que, guiada por Salvador, narró las tristes vicisitudes de un maestro peninsular, perseguido por sus ideas y sus amores, en los días trágicos que acaecieron después de julio de 1936 en nuestra geografía insular, en similitud a otros tantos lugares de Canarias y de España.
Podría hablar y relatar todos los buenos ratos que he pasado, transportado entre sus palabras, párrafos, historias. Pero hoy, escribo yo, y solamente quiero rendir mi humilde y pequeño homenaje a Alexis.
Y lo hago, haciendo hincapié en su trayectoria personal, pasando por los distintos círculos por los que se ha movido a lo largo de su vida. Etiquetar a las personas puede ser una tarea más que difícil en muchas ocasiones; y en este caso, decir que el autor es otro escritor más, se queda muy corto. Más abajo, queda reflejada una vida repleta de actividad que gira en torno al mundo de la escritura y sus ramas.
Ser escritor de novela negra en España y no ambientarla en una ciudad puntera a veces pasa factura. Sin embargo, Ravelo rompe todos los pronósticos llegando a recibir el XVII Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe; así como también el Premio Hammett a la mejor novela negra publicada en 2013, por su obra La estrategia del pequinés; y el Premio a la mejor Novela VLC NEGRA por Las flores no sangran.
Según Lorenzo Silva, su obra “demuestra que la novela negra en España es mucho más que Madrid y Barcelona, y que desde Las Palmas de Gran Canaria se puede servir una historia criminal contundente e importante”. También recibió los Premios Tormo de las Casas Ahorcadas, en 2014; El de Café Gijón de 2021 por Los nombres prestados y ya a título póstumo fue nombrado Hijo Predilecto de Gran Canaria y Medalla de Oro de Canarias, ambos en 2023.
Alexis Ravelo es de ese tipo de autores que realiza múltiples actividades, todas ellas relacionadas con el mundo de la escritura. Se definía a sí mismo como “escribidor” en su página web, al mismo tiempo que detallaba en un tono desenfadado toda su trayectoria. Nació en Las Palmas de Gran Canaria en el año 1971 y ya desde su adolescencia destacaba por su carácter autodidacta. Cursó estudios de Filosofía en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y pudo impregnarse de la sabiduría de autores como Sebastián Quesada, Augusto Monterroso y Alfredo Bryce Echenique en los talleres de narrativa a los que asistió.
Trabajando en la hostelería, sobreviviendo, y al mismo tiempo escribiendo. Se pasa trece años en la mítica sala Cuasquías, donde tiene la suerte de conocer a Manolo Padorno y a Carlos Álvarez, su primer mentor, quien puso los medios para que saliera adelante la revista Literaria La Plazuela de las letras, de la que fue cofundador.
En el año 2006, su nombre empieza a cobrar verdadero protagonismo en el ámbito de la novela negra gracias a la presentación del primero de los seis libros que componen la saga que gira en torno al detective Eladio Monroy: Tres funerales para Eladio Monroy. Además, cuenta con un amplio repertorio de cuentos, microrelatos y libros dedicados a un público más infantil y juvenil. y se le atribuye la creación del espacio de divulgación cultural “Matasombras”, junto con su amigo Antonio Becerra Bolaños. Antes de su partida, imparte talleres literarios en diversos foros. Y lo más importante: Es amigo de sus amigos, de los famosos y de los más sencillos. Su partida, ha causado un auténtico quebranto y vacío en la existencia del género humano, huérfano de gente tan maravillosa como él.
Para este sencillo reconocimiento, me centraré en escrudiñar una de sus obras: Morir Despacio, que fue publicada en el año 2012 por la editorial Mercurio en la isla de Gran Canaria, donde también está ambientada única y exclusivamente; siendo más concretos, en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Ravelo, conocedor de primera mano de la capital de provincia, la describe con detalle, haciendo hincapié en esa “panza de burro” o calima típica como si se tratara de un personaje añadido.
Una vez más, y a pesar de su deseo de vivir tranquilamente su jubilación, el maquinista retirado Eladio Monroy se ve inmerso en un asunto de los que le hacen estar en tensión continua. Un empresario de avanzada edad, desesperado por la lentitud de la policía, le pide que le “eche un ojo” a la muerte de su hijo pequeño, quien había sido encontrado muerto en su apartamento de Las Canteras. Monroy accede de mala gana motivado especialmente por la cuantía de dinero que le ofrece.
Iniciada la investigación, descubre que al viejo no le falta razón cuando afirma que su hijo no pudo haberse suicidado; que algo le olía mal en todo ese asunto a pesar de que a priori no había pruebas de un posible asesinato. Víctor Barroso, la víctima en cuestión, era un chaval que rondaba la treintena y que hasta hacía pocos meses, se dedicaba a fundirse el dinero familiar en distintos vicios y placeres. Pero últimamente se le veía centrado. Estaba trabajando de colaborador para un periódico digital, Canarias al minuto, y supuestamente estaba conociendo a una chica.
Eladio se introduce de lleno en la vida personal del joven y descubre que la chica con la que compartía lecho era una compañera suya del periódico, Maite, que casualmente había fallecido el mismo día que Víctor. Este hecho marca el inicio de la investigación pura y dura. El detective recurre a viejos contactos en el mundo de la prensa y descubre, entre otras cosas, que los amantes estaban investigando a Marcial Navarro, empresario de dudosa reputación en la isla, hombre de mucho dinero y muchos contactos. Son muchas las personas que sospechan o han sospechado que Navarro nutría de cantidades de dinero significantes a los políticos que gobiernan y han gobernado en Las Palmas durante los últimos años, independientemente del partido político al que perteneciesen. Asimismo, hacía lo propio con varios periódicos y medios de comunicación. Todo eran meras especulaciones; nunca nadie había logrado presentar pruebas en contra de tal magnate, que se define a sí mismo muy bien cuando dice: “Pero, teniendo dinero, ¿para qué necesito los modales y los estudios?” (p. 230).
El jefe de máquinas retirado se ve envuelto en una serie de circunstancias, que como en anteriores casos, no desea, pero por meterse donde no lo llaman, acaba con “los pies metidos en el barro”. Así pues, dos matones financiados por Navarro hacen labores de escolta llegando incluso a “secuestrarlo” para que tenga una pequeña charla-comida con el empresario. Nuestro protagonista llega a dos conclusiones. Primera: Marcial Navarro no es trigo limpio; y segunda: su vida está en serio peligro. A raíz de esto, decide contactar con su viejo amigo y comisario de la policía, Déniz, y ponerlo al tanto de lo ocurrido hasta ese entonces. Tras varias reuniones con una compañera del periódico de las dos víctimas y las posteriores conversaciones con el viudo de la periodista fallecida, logra atar cabos sueltos y reúne una serie de datos que relacionan al magnate con más muertos aparte de los ya conocidos. Qué casualidad que todos ellos hayan fallecido de manera sospechosa y que todos ellos hayan estado de manera incansable investigando a Marcial Navarro.
Ya con la sartén cogida por el mango, Monroy pone de manifiesto todos sus recursos y consigue lo que muchos han intentado sin éxito alguno: desmantelar toda la red de extorsión y corrupción que gira alrededor del supuesto honorable Marcial Navarro. Comenzó su investigación por la muerte del joven y acabó encerrando entre rejas al supuesto asesino, pero muy a su pesar, no consiguió reunir prueba alguna sobre su posible participación en ninguno de los asesinatos a pesar de ser el máximo sospechoso.
Por último, Ravelo nos traslada a una escena final cargada de misterio. El marido de la periodista fallecida le ofrece la barquilla que tiene en venta al viejo marinero y este accede a probarla para ver su estado. Se van de pesca acompañados por una bonita tarde y unas cervezas. Hasta entonces, todo bien…pero cuando tratan el tema del asesinato, el propietario de la barca en un deseo desesperado de desprenderse de la pesada carga que lleva, le confiesa haber asesinado a su esposa, ahogándola en una calita cerca de su casa. Había descubierto la infidelidad y había preparado minuciosamente su venganza. Llegados a ese punto, el detective activa todas sus alarmas y se prepara para una más que probable lucha contra el asesino. Digamos que “perro viejo nunca muere” y por ello, una vez más, Monroy se sale con la suya en una trama final digna de una película de suspense.
Alexis Ravelo utiliza un lenguaje muy simple y cercano, y con ello consigue que el lector se enganche de manera irremediable a las crónicas de “nuestro” detective canalla y cínico. Son muchas las alusiones que hace para referirse a diversos lugares de la capital de provincia; desde la calle Murga, lugar de residencia del detective: “Al mismo tiempo pudo comprobar que en la calle Murga (…)” (p. 134); hasta la calle León y Castillo: “Monroy recorrió algunos metros de León y Castillo en dirección sur preguntándose qué haría para cenar” (p.18). En cuanto a la línea temporal que sigue la novela, se puede decir que la trama en sí transcurre como máximo en un mes (no hay detalles claros sobre los días, pero se puede presuponer) y también que se trata de una época actual, contemporánea a la nuestra; entramados políticos, casos de corrupción, periódicos movidos por intereses económicos…todo ello hace una clara referencia a lo que estamos viviendo en España a día de hoy y aunque haya empleado nombres diferentes, todos podemos hacernos una comparativa con la vida real.
Morir despacio es un cóctel de suspense, razón, simple complejidad en la frontera de lo cotidiano. Porque el espacio donde nos sitúa, es el propio de una Ciudad Canaria y una Isla Canaria. Pero al mismo tiempo, no es localista ni insularista, porque habla de las realidades del mundo en el que nos movemos. Ese espacio que nos presenta, responde a una realidad social, económica y política, de nuestra sociedad isleña, nada diferentes a las que suceden en otras sociedades. Morir despacio es una novela negra y trasciende de lo puramente negro hasta lo social para denunciar abiertamente la falsa democracia en la que vivimos. Donde los políticos dirigen las Instituciones y los negocios. Para destinar una parte de los beneficios de los mismos a la financiación de los partidos políticos. Y recibir a cambio los favores de la impunidad de sus negocios fraudulentos.
Voy concluyendo, con frases, consejos e ideas de Alexis: “Antes de escribir hay que vivir y hay que leer mucho. Y leer con otra mirada, aprendiendo, y siempre teniendo los pies en la tierra…”
Es una gran pena, que nos haya dejado tan pronto. Apenas un par de años antes de su partida, le escribí, uno de mis irónicos poemas, inspirado al cien por cien en su persona, Alexis Ravelo. En él, le condenaba y suplicaba que hiciese otra de Monroy. Me engañó, porque ya tenía en la imprenta la sexta entrega de Eladio: Si no hubiera mañana.
Se lo remití con este pie, que transcribo para finalizar este documento-homenaje: Unas estrofas de coña y muy serias para una persona y narrador maravilloso. De tus amigos palmeros, Nieves Rosa y Juan Carlos. POSDATA.- Recuerdos y abrazos para Talía. Y que sepas que aún nos quedan croquetas de cantarelas.
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