Autoría canaria

Leí “Panza de burro” de Andrea Abreu en agosto de 2020 y entonces, sólo para situarnos, escribí esto: ««Ella pensaba que la vida solo era una vez y que había que probarla un fisquito siempre que se pudiese.» (“Panza de burro” de Andrea Abreu).

Tenían razón quienes me la recomendaron: se lee sin respirar. Y te transporta a esa infancia añorada y a veces semiolvidada del descubrimiento y la continua exploración de lugares y sentimientos. ¿Quién no ha tenido una Isora en su vida o ha sido la Isora de alguien?».

Cuando Severiano García y Soraya González de “Delirium Teatro”, una de las compañías teatrales con más solera de Canarias, me dijeron que la estaban adaptando al teatro, sonreí y supongo que les solté la típica fórmula de «¡Qué bien!». En mi interior me había echado las manos a la cabeza y había pensado: «¿Cómo? Ese universo es imposible trasladarlo a las tablas». Hace dos semanas, mientras me sentaba en la primera fila del Teatro Capitol de Tacoronte, seguía pensando lo mismo. El pensamiento me duró los primeros 30 segundos de la obra. El resto del tiempo, tan sólo me dejé llevar.

Allí, en aquellas tablas, estaba todo ese universo plasmado por Andrea, toda la atmósfera que recrea entre las páginas de un libro que se ha convertido en un faro luminoso en el mundo de las jóvenes plumas canarias. Ya no habrá rostro para Isora que no sea el de la actriz grancanaria Delia Santana, porque su mimetización sin rozar nunca lo caricaturesco, fue perfecta. Todo el elenco pero, ya saben quienes hayan leído la novela…sin Isora, sin su exuberancia, nada sería lo mismo.

Y hoy me ha dado por reciclar textos, pero tras ver anoche por segunda vez “Lo que trajo la tormenta” de La Sastrería Teatro, en esta ocasión en la Sala Insular de Teatro de Las Palmas, recupero lo que escribí tras su estreno en septiembre de 2022: “El Teatro Circo de Marte llevaba años gritando a pleno pulmón la sed que tenía de una compañía propia que nadara sobre sus tablas de manera asidua, creando y haciendo creer.

Carlos de León debía dar el salto (¡ya le valía!). Un salto de fe. No imaginaba yo que ese salto sería en todos los sentidos: no sólo darle forma a la compañía, sino convertirse también en el dramaturgo de la misma.

Dos obras, dos registros diferentes. Historia y realidad ficcionada, o ficción con visos de realidad. Drama y tragicomedia. Explorar otros caminos. ¡Cuánto se agradece que arriesgue cada vez un poquito más!

No era sencillo, me consta, definir el ritmo en un tema repleto de aristas. Cuando las heridas siguen supurando, ¿cómo mostrarlas y cómo observar desde la butaca? La lejanía no era una opción, pero sí el humor. Pinceladas en medio de una historia universal: el amor en todas sus formas. Encuentros y desencuentros, temas tabús en según qué sociedades (ya sabemos que cuanto más pequeñas…), sacrificio y tintes de esperanza, necesaria siempre. La lluvia es una excusa. La lluvia es un punto de partida y el metrónomo que nos indica cuándo llega el domingo, metáfora del ocaso de nuestras vidas.

En cuanto al elenco, sin actores y actrices que coloreen de matices los personajes, todo lo demás sería un bonito sueño sin red sobre la que realizar saltos mortales. Y por supuesto, sin director que termine de dar forma al sueño y al duro trabajo, la red solo estará ligeramente hilvanada (nuevamente Rafa Rodríguez)”.

Una compañía con 40 años de historia a sus espaldas, y otra recién llegada al panorama de las artes escénicas canarias. Dos nudos de una misma cuerda: la de la fragilidad repleta de fortalezas del teatro. Contradictorio pero muy real: no es nada fácil mantenerse tantos años en el panorama teatral canario y seguir ofreciendo montajes arriesgados y de calidad como hace “Delirium Teatro”, y tampoco es fácil comenzar una nueva aventura de estas dimensiones como ha hecho “La Sastrería Teatro”. Les une la pasión por lo que hacen, y esa no es siempre razón suficiente para surgir y mantenerse, pero sin ella, nada sería posible.

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