El grupo de los 27, los 27 colectivos miembros, la unión hace la fuerza, mi verdad salvará el mundo. El lenguaje es una poderosa herramienta cargada de futuro, ilusión endeble de inspiración utópica, es mejor hablar que quedarse callado, el miedo te condena a navegar en un barco zozobrante a la deriva. El miedo y la autocensura amplía la distancia y favorece el abuso de los administradores de lo público, la dejadez y esa odiosa pereza negligente presente en tanto político abducido por la institución y el sistema.
Los 27 colectivos y plataformas que el pasado 8 de julio hicieron público, en la Casa Salazar de Santa Cruz de La Palma, el Manifiesto por La Palma, transmiten un mensaje que retoma la consciencia del recuerdo de la resistencia, tan idealizada y que nos devuelve a una realidad durísima, en la que nuestras opciones de modificar el rumbo que imponen los que tienen el poder con el aval de los votos, se limitan a exponer ante la opinión pública un modelo de sociedad, de desarrollo económico justo y racional como alternativa a los valores, aspiraciones e intereses del establishment político y económico de La Palma.
Estamos aquí, existimos y representamos a la base de la sociedad a través de 27 colectivos. Nos hacemos visibles con la firmeza de nuestras reivindicaciones. Nos hacemos oír un 8 de julio de 2024. Luego, silencio u hoja de ruta al 20%. Esta película que se proyecta cada cierto tiempo, cuando la amenaza del caos como un fantasma histórico que levanta los ánimos de lucha, no suele inventar nuevos amaneceres ni despertar inquietud nerviosa entre los que toman las decisiones en la alta dirección política de la isla.
Pero esta democracia de abismos, en la que la preciada conquista de la libertad individual que disfrutamos todos y cada uno de nosotros no se duda ni se cuestiona, tiene un boquete de gran tamaño que crea una distancia, en estos momentos insalvable, entre el pueblo llano y feliz; preocupado en llegar a final de mes, tener una fiesta a la que ir y creerse la primera trola absurda que le venden las redes sociales, y las decisiones que ejecuta el poder político que, en la isla de La Palma, mantiene un bien avenido maridaje con inversores turísticos y empresarios de la construcción y del sector alimentario.
Cuando leo que son 27 los colectivos firmantes del Manifiesto por La Palma, se apodera de mí un sentimiento de cariño e impotencia. Reina el desconcierto: cómo es posible que existan y se pongan de acuerdo 27 colectivos en una isla en la que la movilización es prácticamente inexistente y donde algunos de los grupos que componen esta resistencia a la “barbarie”, en vez de explotar sus cualidades como activistas, ensanchan la tradición de la endogamia. Mucha desmovilización para tanto colectivo. ¿Quiénes forman parte de este tejido asociativo? ¿Qué trabajo realizan y hasta qué punto se sienten representantes del amplio sentir de la sociedad civil? ¿Cómo puede articularse una oposición real que influya en la toma de decisiones, si el Manifiesto por La Palma es un documento sin brazo político con derecho a voz y a voto en instituciones tan decisivas como el Cabildo Insular de La Palma? La marginalidad de la calle es muy dura o igual no.
Preguntas sin respuestas o tal vez sí, pero serán otros y no yo, los que tengan que darle la convincente respuesta que muchos estamos esperando.
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