Procesión durante la Semana Santa de 2023 con la participación de la Banda Municipal de Música San Miguel. FACEBOOK BANDA SAN MIGUEL
El pasado 6 de enero, como si de un regalo de Reyes se tratara, la Banda Municipal de Música San Miguel de Santa Cruz de La Palma alcanzó su primer medio siglo de vida. Esta Semana Santa –en cuyo ecuador nos encontramos– supone, por tanto, la quincuagésima ocasión en la que podemos escuchar sus notas en nuestras calles. Y si bien las jornadas pasionistas están marcadas en rojo en el calendario de cualquier banda de música que se precie, en el caso de la San Miguel este periodo adquiere un cariz aún más significativo, pues representa uno de sus compromisos más ineludibles, incluso en años lustrales como el presente.
La formación, de hecho, mantiene desde sus inicios una relación casi simbiótica con la Semana Santa capitalina; no en vano, fue en su marco donde tuvo lugar el episodio que, a la postre, la alumbraría. Corría el año 1972 y, por aquel entonces, Santa Cruz de La Palma carecía de una banda de música organizada. Tras la retirada de Felipe López de la banda Santa Cecilia, la actividad del conjunto decayó drásticamente, hasta el punto de que solo un puñado de sus antiguos integrantes, bajo el liderazgo de Julio Hernández Gómez pero sin estructura definida, continuaba cubriendo los compromisos municipales. Aquella etapa coincidía, además, con una crisis generalizada de las bandas de música en la isla. Por ejemplo, la histórica banda La Esperanza, de Breña Alta, también había desaparecido.
Fue en la procesión del Santo Entierro de ese año cuando se hizo evidente la magnitud del problema. Solo siete músicos se presentaron a la salida, mientras los restantes, que habían sido contratados previamente en San Pedro, aún no habían podido acudir. Julio Gómez informó al alcalde, Miguel Perdigón Benítez, de que, en tales condiciones, era inviable interpretar pieza alguna. El alcalde le sugirió entonces desfilar batiendo marcha hasta que los demás músicos pudieran incorporarse al cortejo. Aquel contratiempo, tan insólito como simbólico, marcó un antes y un después. Por primera vez en la historia bandística de Santa Cruz de La Palma, el Ayuntamiento tomó la iniciativa y, bajo el impulso tanto del propio Perdigón como del concejal Néstor Cabrera Pérez, se gestó la creación de una formación que nacería bajo la batuta del ya mencionado Julio Gómez.
Sin embargo, la nueva banda no supuso una ruptura en la tradición musical de la ciudad, sino que se engarzó como un nuevo eslabón en la fecunda cadena que se remonta a 1840, con la aparición de la banda de la Milicia Nacional, y que, entre otros conjuntos más efímeros, incluye a la del Batallón Ligero Provincial de La Palma nº 5, La Lira, la del Urcéolo Obrero, la charanga del Batallón de Cazadores “La Palma” nº 20, La Victoria y Santa Cecilia. Todas ellas dejaron su impronta en la Semana Santa de Santa Cruz de La Palma, y su legado sigue presente en el repertorio que la banda San Miguel mantiene vivo cada Viernes Santo: un conjunto de marchas arcaicas transmitidas de una banda a otra, en un peculiar mecanismo de herencia musical, que nos permite escuchar hoy el mismo acompañamiento que oyeron nuestros abuelos y bisabuelos. Su conservación e interpretación constituye uno de los rasgos más distintivos de esta celebración y da forma, año tras año, a un efímero museo sonoro del siglo XIX.
Con todo, la aportación propia de la banda San Miguel a la Semana Mayor capitalina ha sido soberbia. Al esfuerzo por conservar las tradiciones musicales a las que nos hemos referido en el párrafo inmediatamente anterior, se suma la incorporación paulatina de marchas de diversa procedencia, tanto recientes como históricas, con especial presencia de obras firmadas por los hermanos laguneros Antonio, Francisco y Domingo González Ferrera, tristemente cada vez menos interpretadas en nuestra tierra. Esta sensibilidad hacia el repertorio autóctono se ha combinado, además, con una notable producción contemporánea destinada a la Semana Santa de Santa Cruz de La Palma por iniciativa de la propia banda en colaboración con las cofradías titulares de cada paso. No en vano, uno de los hitos más destacables de este primer cuarto de siglo XXI es la aparición de marchas como La caída del Señor (Luis Cobiella, 2011), Cristo de los Olivos (José Luis Peiró, 2012), El Alcahuete (Francisco Medina, 2013), Al Señor del Perdón (Víctor M. Ferrer, 2018), La Esperanza (José Luis Peiró, 2022) y Al Señor de la Piedra Fría (Abel Moreno, 2023). Todas ellas representan una pequeña pero exquisita contribución de compositores locales y foráneos, jóvenes y consagrados, que, por iniciativa propia o por encargo, han enriquecido la literatura de nuestra Semana Mayor.
Mención aparte merece el concierto extraordinario de Semana Santa que la banda viene ofreciendo desde el año 2000 y que congrega, cada Sábado de Pasión, a cientos de fieles y aficionados. Nacido bajo el título Acto de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, este evento ha evolucionado desde su formato inicial de velada literario-musical hasta convertirse en una auténtica celebración de arte sacro. Con Facundo Daranas como habitual maestro de ceremonias, y bajo la dirección de José Gabriel Rodríguez González –y, más recientemente, de Diego Arrocha Morales–, el evento ha ido incorporado con el tiempo cofradías y bandas de cornetas y tambores, así como efectos visuales y lumínicos. Uno de sus momentos más memorables fue, sin duda, la edición de 2004, en la que Luis Cobiella fue invitado a leer el que se considera el primer pregón de la Semana Santa palmera. Todo ello sin olvidar, por supuesto, la parte musical, en la que han participado como directores invitados nombres tan destacados como Víctor Manuel Ferrer Castillo, Mario González García, Jesús Agomar González Guillama, Abel Moreno Gómez, José Luis Peiró Reig, José Ribera Tordera, David Rivas Domínguez o José Vélez García. Una cita que trasciende lo convencional, consolidándose no solo como acto cultural, sino como legado espiritual y artístico de inestimable valor para Santa Cruz de La Palma.
Por último, cabe destacar que del mismo modo que la banda San Miguel ha crecido con la Semana Santa, también esta se ha visto engrandecida por su presencia, hasta el punto de que la música llegó a ser reconocida, por todo lo expuesto, como uno de sus rasgos distintivos a la hora de obtener su declaración como Fiesta de Interés Turístico de Canarias, primera y hasta el momento única en el Archipiélago en ostentar tal distinción. Por eso, resulta doloroso ver cómo algunos materiales promocionales recientes optan por acompañar las imágenes de nuestra Semana Santa con músicas foráneas, de indudable calidad, pero absolutamente ajenas a nuestro paisaje sonoro y jamás escuchadas en nuestras calles. Siendo benévolos, queremos pensar que los responsables de dichos montajes recurrieron a lo que tenían a mano ante la falta de grabaciones con calidad suficiente. Grabaciones que, sin duda, existirían si se llevara a cabo ese proyecto largamente anhelado y que no nos cansamos de proponer: un trabajo discográfico con las marchas más representativas de nuestra Semana Santa. ¿Qué mejor manera de celebrar estos cincuenta años que inmortalizar esta parte de la memoria musical de Santa Cruz de La Palma?
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