Fotografías de asesinados y desaparecidos por la dictadura de Pinochet en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago de Chile. Charo González Palmero.
Trabajar en común poniendo en común lo que no era común.
Con esta frase de Rancier se inauguró la primera jornada sobre Derechos Culturales en el Instituto Nacional de Derechos Humanos de Santiago de Chile el pasado jueves 25 de enero. Cuatro condensadas charlas de quince minutos cada una, sobre algo de lo que tanto se habla en estos días, pero que a veces no somos conscientes de cuánto abarca: el derecho a la información veraz, el uso de los videojuegos dentro del ecosistema escolar como una herramienta aliada, el acceso de adolescentes y jóvenes a una educación artística no normativa que fomente la creatividad, o la exhumación y puesta en valor del patrimonio como uno de los senderos de sanación y memoria, fueron los temas de exposición y reflexión.
No fue eso, o no sólo eso, lo que me llevó desde el Atlántico al Pacífico el pasado mes de enero. Me llevó la admiración a ciertos procesos creativos que ahora mismo están desarrollándose en el país, y el sutil hilván que me ha ido acercando a talentosos artistas: la dramaturga Soledad Lagos, el multicreador Pancho Medina o las almas máter de las Compañías Tryo Teatro Banda (Carolina González y Pancho Sánchez), y Teatro de Ocasión (Fernanda y César). Compartir charlas y proyectos y reforzar puentes en el marco del Festival de Artes Escénicas Santiago Off. Tan simple y, a la vez, tan complejo.
No sé si lo soñado podrá materializarse. No sé si lo proyectado tendrá un futuro más allá de esas horas de puesta en común y reflexión, pero conocer los procesos de investigación y creación que se cuecen alrededor del Museo de la Memoria (¡Cuánto camino nos queda aún por recorrer!), el Centro Cultural Español en Chile, las diferentes residencias artísticas, o los lugares de creación y encuentro, como el GAM (el Centro Gabriela Mistral), que aglutina y sirve de catalizador de procesos, es un sendero abierto que no sería mala idea conocer mejor y convertirlo en parte de nuestro propio paisaje.
Un sendero que se ramifica, que actúa de continente y de contenido, que podemos usar de faro en esta isla tan repleta de talento. Un sendero, al fin y al cabo, para recorrer en los dos sentidos y nutrirnos mutuamente de tanto como en ambas orillas podemos compartir.
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