El beso

Se me ocurren varias frases, en absoluto descabelladas: un atracón de fantasías sexuales construidas en silencio, un empacho áspero de deseo, un anhelo despreciable por sentirse dominador sin consentimiento, o igual nada de eso. Es posible que fuera un acto repentino sin pensar, un acto reflejo deleznable propiciado por el vapor embriagador de la testiculina; esa fuerza potente que se encuentra entre las piernas y que nos hace sentir que somos hombres de verdad, o igual, tampoco es nada de eso.

Visualizo mentalmente el móvil del presidente y jefe del fútbol español, Luis Rubiales, y veo una carpeta privada en la nube con una notable cantidad de fotos de Jenni Hermoso. Visualizo otra vez la imagen del beso y veo un instinto muy macho de imposición, invasión del espacio personal no referido, precisamente, al encuentro de dos cuerpos que se gustan. Un dibujo táctico que merece una observación y un debate, pero tengo la sensación de que es demasiado tarde, ya todos nos hemos puesto a gritar en las redes sociales, a pedir dimisiones, a juzgar como jueces dislocados, a sacar la pancarta y a montar la barricada. Y a todas estas, yo soy de los que piden la dimisión del señor Rubiales, tanto, como que se hable de una jodida vez, largo y tendido, del valor indiscutible del éxito de la selección española del fútbol femenino. Pero eso, parece, que no le interesa a nadie.

Veo en Twitter el beso de Luis Rubiales a Jenni Hermoso, y en primera instancia me resulta imposible no caer en la deliciosa tentación de creer que estos dos están enrollados, que han llevado un idilio sentimental a escondidas y es ahora, justo ahora, en la secuencia triunfal de la euforia máxima, cuando manifiestan públicamente su amor. Una relación sentimental jefe-trabajadora, es ideal, conmueve ver cómo el amor pulveriza el orden jerárquico de la escala de mandos. Demasiado bonito para ser verdad. Hubiese sido demasiado para mi corazón profundamente romántico y necesitado de emociones, cada día, más intensas. Sentí que podía tratarse de la segunda entrega, trece años después, de fútbol y romanticismo tras el beso, este sí que consentido, de Iker Casillas a Sara Carbonero. Pero esa, sí que fue otra historia.

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