Seres de luz

I

La trascendencia exigua de los problemas cotidianos, minucias que destruyen la calma y tienden una trampa en la que caemos todos los que nunca fuimos capaces de aprender a nadar en un vaso de agua. Por suerte, cientos de personas están dispuestas a ironizar sobre el deambular de tanto drama inútil. Oscuro es el túnel que atraviesan los genios que saborean pausada y reconcentradamente una proeza fuera del alcance de la inmensa mayoría del vulgar populacho: el sufrimiento como forma de dar significado y visibilidad a sus propias vidas. Los que no somos así, nunca entenderemos la magnitud de sus tragedias. Ellos, sufridores irredentos con padecimientos tan de andar por casa como los que degradan el ánimo general del resto de los mortales con los que comparten tiempo y espacio. Exhiben su dolor con mueca esnob y lánguido desmayo, «artistas» inspirados en el legado inmortal de las almas arrebatadas y, profundamente envidiosos, atacan con cianuro verbal no siempre sibilino la fresca alegría de sus semejantes. Prefiero mondarme de risa, antes que extremar mi ira intolerante ante lo ridículo y lo absurdo de tan escabroso asunto.

II

El liderazgo de las alternativas que harán la revolución de los panes, los peces, las flores, el vino y el sexo, que será limpio, transformador y dotado de la inteligencia refinada de un acto académico, necesariamente no cosificador e igualitario. Aún no se han enterado que un fantasma de colmillos afilados, embriagado de egoísmo e intransigencia, recorre Europa y parte de Latinoamérica.

Para los seres de luz de la izquierda blanda de paraninfo y café, la justicia social es una película de Walt Disney, ingenua y pálida, en la que los pastores de la iglesia del bien siempre resuelven un conflicto con soluciones mágicas y placenteras, igual que un encuentro no amoroso con final feliz. Mercado de venta de humo; consulte el catálogo de ofertas, compre una venda ideológica para sus ojos y evite sobresaltos.

Hemos llegado a tal grado de evolución que debemos aparentar ser lo que no somos; asamblearios, antijerárquicos y consecuentes en todo momento y lugar con nuestro pensamiento, que siempre será bueno, positivo y totalmente higiénico.

Tanta buena intención declarada me hace desconfiar. Seres de luz, fundadores de la libertad, arribaron a la orilla ideológica para evangelizar con determinación y carácter episcopal las mentes vírgenes de las nuevas generaciones, y lo hacen con la condescendencia paternal del que debe aleccionar o, directamente, despreciar a los pobres analfabetos desgraciadillos que no han alcanzado a entender el brillo natural y trascendente de los postulados revolucionarios.

Frente a estos obispos, nosotros, los agnósticos: una disidencia cada día más insatisfecha, amplia y conmovedoramente crítica.

Los seres de luz ponen el grito en el cielo porque un grupo de futbolistas eufóricos griten «Gibraltar español», en cambio, blanquean a los acosadores cuando secundan, con la debida cobardía, el silencio cómplice ante los depredadores que hunden la autoestima de sus compañeros en los entornos laborales. Siempre ha sido así y así seguirá siendo. Prefiero mondarme de risa. Me serviré un ocasional gran whisky que impregne mi aliento con el olor de mi padre, encenderé un puro y comenzará un nuevo festival de carcajadas.

III

Con el aval de los votos obtenidos y unas formidables dosis de miedo traducido en autocensura, el imperio del silencio se consolida y la libertad pasa a ser una aspiración peligrosa que debe estar fuera del alcance de los niños.

Un presidente de un cabildo como el de La Palma; simpático, con don de gentes y formación universitaria y que ama su tierra a su modo, podría soltarte que lo que deberías hacer, si tan mal lo ves todo, es montar un partido político. Es lo fácil, la salida al paso cuando cuesta rebatir el malestar de ciertos sectores ciudadanos porque aquí todo el mundo tiene su razón de ser, su ego y su impaciencia.

En este último caso, también pondré las piernas estiradas sobre la mesa, me encenderé otro puro y tranquilamente asistiré, con humor, a un capítulo más del flamante teatro del absurdo.

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